cuadro

cuadro

miércoles, 27 de diciembre de 2017

¿Qué tiene mi hijo? Cuestionando el diagnóstico institucional



En el contexto chileno se está dando un aumento alarmante en los diagnósticos de los niños en todo nivel. Pasa que llegan a consulta, tanto públicas como privadas, niños que han sido etiquetados con un diagnóstico específico y la demanda, en general, a los psicólogos es corroborar o ayudar a fijar ese diagnóstico.

Para entender este fenómeno, de muchas aristas, hay que situarse en la dimensión institucional. Para entenderlo, siempre ocupo la metáfora del decreto de la zona de catástrofe. ¿Qué sucede cuando un determinado territorio, a raíz de algún desastre o tragedia, es declarado como zona de catástrofe? A nivel gubernamental, significa que para aquel se van a asignar más recursos de lo habitual. Que se van a habilitar una serie de movimientos y gestiones hacia esa zona en particular para reparar el daño o restituir la normalidad lo más rápido posible. Sucede lo mismo con los niños. Se tiene un niño disruptivo, que de alguna manera conmociona o altera el equilibrio de un espacio específico (la sala de clases, por ejemplo), y hay que "declarar zona de catástrofe" para movilizar recursos hacia la normalización de esa situación. En este caso, sería declarar zona de diagnóstico, porque el banderín para que las redes se empiecen a activar, es el diagnóstico. Para cualquier cosa, en salud pública, usted tiene que cargar el diagnóstico.

Ahora bien, esta situación es aceptable cuando se trata de adultos. Los adultos podemos cargar nuestros propios diagnósticos porque tenemos la madurez y las defensas para cuestionarlo, o ponerlo en su lugar cuando se trata de nuestra identidad. Sin embargo, un niño está expuesto a todo lo que ese etiquetamiento le conlleva. Este fenómeno, cuando es grave, puede llevar a casos graves de discriminación.

Pero lo más grave, a mi parecer, es que cuando uno pone el diagnóstico encima de cualquier persona, hace que disminuyan las posibilidades de abrir problemáticas que están a la raíz, en el fondo del síntoma. Cuando en una institución a Ud le ponen la chapa de depresivo, trastorno ansioso, adaptativo, y lo hacen ir al psicólogo a control mensual (proceso que muchas veces se llama "psicoterapia", de manera equivocada) no están escuchándolo. Estan tratándolo con pastillas y controlando sus síntomas. La terapia farmacológica, en caso de la salud mental, es efectiva siempre y cuando se acompañe con un tratamiento psicoterapeutico, eso porque no basta con hacer que duerma bien, o deje de llorar, o tener crisis de pánico. Tiene que cuestionarse por qué llegó a ese punto, a ese padecimiento, revisar el camino de formación de ese síntoma porque si no, lo más probable es que retorne de otras maneras. Un control mensual no basta para eso, y la saturación del sistema público hace imposible llevar a cabo procesos psicoterapeuticos efectivos.

En los niños estas influencias son mucho más negativas. Hay que evaluar muy bien si un niño debe ser medicado, sedado, hay que probar mediante la terapia (los niños son muy abiertos y creativos y tienen menos fijezas y rigidez que los adultos, por lo que un proceso para ellos puede ser mucho más beneficioso) si se puede moderar su sintomatología trabajando con los padres y la familia. Muchos niños con déficit atencional en realidad son niños angustiados, que esconden tras su síntoma algo que hay que revisar y revelar. No toda inquietud y sobrecarga motora en un niño es un trastorno o una enfermedad, muchas veces es sólo una reacción.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Pensar el trauma y la catástrofe

En estos días aciagos, vemos como felizmente todo el país despliega su solidaridad. Contingentes de agentes públicos, privados se agolpan para ayudar y contribuir. Como menciona un amigo, esto, pese a la tragedia, se convierte en una "gran fiesta" al estilo Teletón, y, tengamos las aprehensiones que tengamos, es la forma y la lógica chilena para responder a una necesidad inminente, en donde como condición debe haber un vacío. Carencia de medios, de respuestas, etc.

Para singularizar un poco, en Chile se responde a la catástrofe y a la necesidad social derivada de ésta, de manera rápida, mediática, con gran, pero gran conmoción y despliegue afectivo. Se muestran las casas destruidas, los paisajes desolados, las personas narrando sus pérdidas, la gente se conmueve, sale y ayuda. Los medios en este sentido debiesen tomar conciencia de su enorme responsabilidad en la construcción de dinámicas sociales. Sin embargo, ésto es sumamente fugaz. Digamos que dura lo que dura el trauma, entendido, como primera instancia, en la colisión inicial con una realidad que desborda la capacidad humana para procesarlo. Implica, inicialmente, un desgarro, una ruptura, un impacto ahí en la noción de la continuidad de nuestra vida, anclada en la cotidianidad, en la sucesión de rutinas y elementos que se vuelven seguros psíquicos porque se tornan predecibles. El trauma, por supuesto, puede encontrarse en las víctimas, pero también en todas las personas y colectividades que se ven tocadas por ese desgarro. Cuando uno ve que Chile se quema, también experimenta una versión, mucho más suave, de esa ruptura.

Sin embargo, esto se vuelve sumamente fugaz. No dudo que haya gente profundamente conectada con ésto, pero lo que se palpa es que se agota cuando se va disolviendo esa primera impresión. Los medios se retiran, así como la conciencia colectiva del desastre. Sobreviene una suerte de "olvido", el país se "reanuda" después de la pausa traumática, la clase política se relaja. Es natural que así suceda, constituye un mecanismo psíquico de defensa, ese olvido de la crisis inicial, que permite prepararse para la reparación. El contingente de psicólogos expertos en crisis se van para sus trabajos, luego de dar un par de palmadas en el hombro a las personas, la televisión vuelve a transmitir noticias relevantes como los mejores puestos de empanadas, mientras las personas quedan contemplando las consecuencias de la destrucción, a solas. Ese momento de soledad también es inevitable, porque es un momento de la toma de conciencia que puede tener, o no, consecuencias angustiantes importantes (en mi opinión, el psicólogo debiera ofrecerse en este punto, y digo ofrecerse porque la intervención en psicología no es un imperativo).

Chile pareciera tener algo así como una tendencia a ese olvido pesado, que suprime, que te permite, claro, seguir adelante, reconstruir, dejar de lamentarte, pero también puede provocar la caída de la historia, la existencia de un sujeto inminente, unidimensional, sin pasado y por lo tanto, con un futuro sin sustancia (líquido, como diría Bauman). La sugerencia a "seguir adelante" y dejar de "mirar al pasado para ver al futuro", encierra ciertos peligros. Es una mirada que desconoce lo inconsciente, entendido como un punto, un espacio de origen de ciertos fenómenos de los cuales no tenemos absoluta conciencia, y si es que la hubiese, resulta ser rápidamente maquillada o disfrazada para no revelarse por completo. Lo que se conoce como "sindrome de estrés postraumático" encierra todas las características de los fenómenos de la angustia y muestra la existencia de lo inconsciente. La conmoción psíquica es tal que sobreviene una cierta pérdida del "equilibrio", cuya conciencia se ve invadida por imágenes, afectos, presencias terroríficas que provocan inmensa angustia, y que evocan, más o menos directamente, el momento traumático. Hay algo que vuelve, se catapulta a la conciencia, cuyo contenido el sujeto es incapaz de controlar. La concentración de la atención en el momento que vamos a llamar inicial de impacto puede servir, sin embargo, todos estos síntomas se dan posteriormente. La sensación de que existe algo fragmentado, la imposibilidad de volver al estado de bienestar psíquico previo, la noción más existencial de la fragilidad del propio cuerpo y de la condición humana, la conciencia de la maldad del otro, la injusticia, etc., todas manifestaciones de la imposibilidad de reanudar algo que se quebró. La insistencia de ciertos tipos de terapia en la rememoración del trauma no es casual, éste se trae a la conciencia con toda la carga emocional (lograr esto es muy difícil, por eso la hipnosis puede ser una herramienta útil, sin embargo, invasiva), para poder desde ahí generar una distancia y una narrativa distinta. La idea que subyace es que si algo se deja sin elaborar, vuelve de maneras patológicas. La elaboración es, entonces, condición fundamental de la reparación. Y condición de la elaboración es el recuerdo.


Saludos
Eva B.

miércoles, 25 de enero de 2017

El "makeover" de la psicología positiva II


(Continuación de la primera parte El "makeover" de la psicología positiva )

Seguimos con los mensajes subliminales de la psicología positiva:



- La clave de la felicidad está en un modelo, sistema, técnica que otro te va a dar

Este es un punto con implicancias políticas importantes. Aquí se despoja al hombre de recursos subjetivos propios, singulares y particulares, depositando la solución en un sistema "objetivo", externo, construido. Hace poco fui a una entrevista a un centro de terapia de parejas donde venden este tipo de sistemas, y la persona que me entrevistó me aseguró que es altamente exitoso. No sé que pensará el lector, pero yo salí horrorizada de pensar que la solución a los problemas vinculares de pareja se pueden envasar y vender. Todas las parejas son diferentes y debiese ser un lineamiento ético respetar y trabajar desde esas diferencias y particularidades. No sólo prohibía terminantemente al terapeuta de encontrar soluciones compartidas entre los pacientes y el psicólogo, sino que insistían en la imposición absoluta y aplastante de este modelo. Me gustaría saber si el enorme "éxito" de este centro no se deberá, más bien, al silencio impuesto a la fuerza que deja el paso de esta retroexcavadora, robotizando las reacciones de las personas. Si desde afuera programas a dos robots para que interactúen sin tocarse, lo más probable es que funcione..pero, ¿a qué costo?

Las dimensiones tratadas por estos modelos suelen ser siempre las mismas: autoestima, estilo cognitivo, sistema de creencias, estrategia para la toma de decisiones, resolución de conflictos, etc. Las soluciones, siempre tienen que ver con el aprendizaje, es decir, aprender como te dicen ellos que se aprende (la aberración de todo nuestro sistema educativo tiene que ver con modelos fijos de aprendizaje). Ellos creen que uno aprende algo cuando resulta, es decir, cuando reporta un beneficio, una ganancia. Que se evita cuando resulta adverso o provoca malestar, etc. Son modelos de aprendizaje y en suma, te pueden ayudar a crear un contrato, siguiendo con el ejemplo de la pareja, donde los dos se provean de ganancias y se minimicen las pérdidas. La lógica es: si este equilibrio se mantiene (así como se mantiene el mercado) se mantiene la pareja. A la basura todo lo que tiene que ver con la intimidad, con la narrativa y los pactos que se generan entre dos personas que tienen que ver con como ellos, singularmente, aportan a esa sinergia, a contarse sus historias, a compartir aspectos propios felices, dolorosos, traumáticos, importantes de su vida. Literalmente, a la basura, porque es un problema de estrategia, de formas.

Y todo esto sin contar el INMENSO poder que se le otorga a ese otro que sabe sobre tu felicidad. Que sabe como hacerte feliz, que sabe el secreto de la absoluta felicidad (la clave de la perversidad es justamente plantearse como alguien que tiene, que sabe lo que a uno le hace falta).

Pasemos al otro punto:


- Si sufres es a causa de tus "creencias disfuncionales"

Este es un super caballito de batalla, asesino de cualquier insight verdadero que pueda hacer una persona. Es un punto que también tiene consecuencias políticas importantes...y es pensar que la razón del sufrimiento humano se reduce a que una persona armó en su psiquismo un "sistema de creencias" defectuoso, lleno de errores, cuya cualidad es que resultan enormemente desadaptativos (aquí la razón del sufrimiento es, por supuesto, la falta de adaptación. El makeover de siempre, de hacer equivaler el autoestima con la falta de maquillaje). Yo, al igual que la psicología positiva, también creo que ese señor de la foto es cruel consigo mismo, y que actúa bajo supuestos fantasmáticos (no falsos, porque el hecho es que esos supuestos, esas palabras, esas frases que circulan en su mente contienen una verdad subjetiva para él). El tema es el estatuto que uno le da a esas creencias, que tiene que ver con su sustancia, su origen, su fundamentación.
Lo tranquilizador de la psicología positiva, y probablemente, también la razón de su éxito, es justamente la significación otorgada a esos conjuntos de palabras. La cosmovisión positiva te dice que esas creencias fueron implantadas, o te las generaste, en algún momento por algo que no es importante revisar, pero que en sí, no son nada, y al ser nada, son susceptible de ser alteradas, transformadas, cambiadas, por otras creencias "mejores" o "mas funcionales". Vaciar de significado esas creencias puede ser peligroso y violento, porque al mismo tiempo, puedes sentir que toda producción psíquica es igual de vacía, estéril y tonta. Que eres una especie de semáforo a la que se le van pegando creencias, las que sean, que se pueden cambiar, que no tienen fundamento alguno, que vienen de la nada, y que no sirven. ¿No es el summum del control social absoluto pensar que los sujetos pueden ser "programados" hacia la mejora? ¿Quién le da derecho a ese tipo a decir que tus creencias son disfuncionales? ¿Quién impone el parámetro para establecer lo que es disfuncional y lo que no? Sin ir más lejos, no están los padres constantemente peleando con un sistema que tiende a catalogar a sus hijos dentro de un coeficiente de normalidad? Aunque parezca que no tiene relación, tiene toda la relación del mundo, porque todos estos parámetros son fijados desde una norma estadística, y esa norma es asesina de la subjetividad, y apunta al control social (de ahí la implicancia política).

OJO, que no estoy diciendo que Don Miguel (nuestro amigo de la foto) sea torpe, incapaz y estúpido. No estoy diciendo que eso no sea un error, claramente lo es. Don Miguel seguramente no es ni torpe, ni idiota. Pero ese no es mi problema, mi problema es averiguar por qué Don Miguel se cuenta el cuento de que es inútil. Si admito la posibilidad de que las creencias son todas pelotudas, pienso que la creencia de Don Miguel no es acorde a la realidad, estoy recortando la riquísima posibilidad de trabajar con Miguel lo que realmente lo llevó a creer eso de sí mismo. Se podrá entrar en sus memorias, en sus vivencias íntimas...tal vez, mamá le dijo a Miguel que era inútil porque lo comparaba con el padre negligente, o simplemente, Miguel cree eso porque el modelo exitista de nuestra sociedad es totalmente irreal y sirve para tener sujetos circulando en una eterna travesía de compras y promesas vendibles. ¿No es notorio todo lo que uno se priva de conversar si se pone "positivo" y piensa que son sólo creencias?

Además, ¿no es notoria toda la fuerza de protesta que se retira de la humanidad cuando se le hace pensar que todos sus sufrimientos son producto de sus mentes y no de las condiciones sociales injustas a las que se nos somete?

Continuará...
Saludos!
Eva B.



El "makeover" de la psicología positiva


Todos estamos familiarizados con el concepto de "makeover" tan difundido en los programas yanquis. El argumento más visible es el éxito, por supuesto, pero que tiene que ver con la imagen personal. Lo que transmiten no requiere de hilar muy fino: el éxito parte por mejorar la propia imagen. Éxito es, desde esta ideología, además de un estado subjetivo, la idea de que a eso se le articulan una serie de circunstancias de vida: tener plata y estar socialmente en una posición privilegiada. Una persona exitosa, y por lo tanto feliz, resulta estar completamente estudiada de pies a cabeza, se hace a sí misma una obra de marketing. Toman entonces un individuo (que en su mayoría son mujeres) desastrado, incombinado, despreocupado y lo someten a una serie de transformaciones estéticas para volverlo atractivo, hermoso, nota 7. Por supuesto que la transformación desconcierta, algunas son bien sorprendentes...pero el imperativo de transformación es estético, o se trata de algo de otro orden? A lo que conminan estos programas no es a que cambies tu clóset, o que apuntes a la peluquería, sino más bien a inocular la creencia de que cualquier cambio "interno" parte por pulir la superficie. Así llevado al extremo, tal vez la noción de que no hay nada "interno" que cambiar, y que la fachada es, finalmente, todo lo que somos. Algo sí como...sonríe, y la sonrisa llegará.

Es esto: pensar que finalmente las cosas se pueden acomodar cambiando una serie de variables que se relacionan siempre con algo externo. Externo en el sentido de considerar que todo siempre tiene que ver con el reconocimiento del otro (la naturaleza de este otro podemos discutirla), o en como interpretamos eso externo para poder circular en su medio de manera adaptada. Esto se traduce, siguiendo con el ejemplo del makeover, en la noción de que la persona transformada en una diva finalmente encontrará que no tiene porque sentirse mal en la vida o sufrir. Ahí vemos como la "autoestima" como concepto pasa a ser fundamental desde esta manera de ver las cosas. Se palpa que el mensaje es siempre que "bueno, nadie te quiso o se burlan de como eres, por eso tienes baja autoestima", y que entonces, para mejorar tu autoestima hay que trabajar en como te presentas ante el otro. Si te vuelves un ícono de la moda y te haces apetecible, bueno, esa creencia base puede cambiar y tu autoestima se empezará a sanar, eventualmente.

La psicología positiva opera de esta manera. El carácter "positivo" de su fundamento se basa en la búsqueda intensa por la felicidad y bienestar, que tiene que ver con, ante todo, la fe absoluta en el aprendizaje de herramientas propicias para lograrlo. Uno aprende a ser feliz...y claro que debe ser así según esta ideología, porque la realidad es que los niveles de angustia son altísimos en la población, y la elaboración del producto debe ser acorde a hacerte pensar que te falta algo que alguien te puede vender. ¿No es esa la lógica del capitalismo? Crear necesidades (si estás triste necesitas ser feliz) para que el todopoderoso mercado te lo envuelva en papel celofán.

Entonces te encuentras con una horda de profesionales, dotados de técnicas "debidamente comprobadas", que envían los siguientes mensajes (y las razones de porque lo encuentro peligroso y  violento):

- La felicidad es un estado que uno decide tener: 

Supedita el fenómeno a un acto de voluntad consciente. Habría que reflexionar sobre esto...si la felicidad es finalmente algo que se decide, no significa solamente que decido no ser feliz, sino que ademas, escojo estar angustiado o triste. No digo que no sean importantes los cambios de perspectivas en los intentos terapéuticos, éstos podrían ser, eventualmente, la quintaesencia de la terapéutica, pero éstos debieran ocurrir desde la profundización de los conflictos y no desde la idea de la máscara feliz. Decidir la felicidad implica una omisión brutal de dimensiones subjetivas importantísimas que tienen que ver con quien es uno, su biografía, su lugar en una relación, una familia, una sociedad.
Hemos vuelto a la época ilustrada donde la fantasía y el ideal tenían que ver con el control consciente absoluto de todo.
Es peligroso depositar en la conciencia los mecanismos subjetivos que nos hacen ser quienes somos. O sufrir por lo que sufrimos, o angustiarnos. Puede que esa angustia, ahogada bajo la sonrisa forzada, se haga presente de otras formas, se envista en el cuerpo, en un síntoma psíquico, en una relación que nos hace mal.

De las personas que han pasado por procesos terapéuticos de este tipo, les pregunto: ¿Es agradable que te dejen de escuchar para que te digan lo que tienes que hacer para ser feliz? ¿Que omitan, ignoren o descalifiquen, memorias, recuerdos, hechos de gran significación en tu vida porque el "objetivo" de la terapia es que solamente puedas decidir ser feliz?


Sería bueno reflexionar, antes de pasar a la siguiente entrada, sobre la violencia que implica que alguien te diga que sabe lo que necesitas para ser feliz.
Muchos saludos!
EvaB.


El "makeover" de la psicología positiva II






martes, 24 de enero de 2017

¿Qué es ser una buena madre?

Asunto delicado de tratar. Hay mucha sensibilidad, cultural y psicológica, atravesando este tema. Y por lo tanto, también, mucha culpa por saltarse los pasos de lo políticamente correcto. Pero no hay beneficios para los niños si no se lo pone entre paréntesis: Freud, en la época victoriana, escandalizó a la sociedad, a sus colegas y al mundo intelectual, descubriendo y teorizando acerca de la sexualidad infantil. No habría estudio posible de los niños y su desarrollo si no hubiese sido por él, hoy en día.

La polémica de estos días, una de las tantas, fueron los exabruptos de madres hastiadas que se atrevieron a salir del closet con respecto a los sentimientos ambivalentes y conflictivos de la maternidad. En el mundo europeo, la escritora francesa Corinne Maier se confiesa arrepentida de ser madre. Se vierten, en sus quejas, los remordimientos tan actuales de sacrificar el propio proceso de autorrealización por los hijos que uno acepta traer al mundo. Esa es, por lo menos, una de mis lecturas al respecto (se puede leer el artículo de la BBC aquí: http://www.bbc.com/mundo/noticias-38239579 ). La polémica se hizo viral en no mucho tiempo, pues toca el corazón de muchas madres: reacciones que, sin duda, tienen que ver con un punto identificatorio frente al cual o se rechaza, o se acepta. Así es como se pelearon las madres que aman incondicionalmente, las que son conscientes de sus propios demonios y rechazos, las que se dedican y las que no tanto. Las polémicas son insultantes, muchas de ellas, pero ninguna consigue terminar de saldar una deuda en el imaginario: ¿Qué es ser una buena madre?








(fotografía del trabajo de Susan Copich, otra madre que sale de su closet y crea un proyecto artístico fotográfico. Link aquí.)






Como algo que va a ser mi estilo, me gustaría en principio reflexionar acerca del aspecto histórico en este asunto. La perspectiva histórica es algo que se ha perdido, lamentablemente, como si el hombre de hoy hubiese nacido y muerto aquí mismo, en el siglo 20-21. Yo siento que la buena y mala madre nace como pregunta justamente en el siglo 19-20, aproximadamente. Pues...¿tenía espacio, tiempo o capacidad, la madre del siglo 15, de cuestionarse su rol? La cuestión de la madre sólo ingresa como pregunta cuando esa mujer gana el derecho a ser otra cosa. Personalmente, siento que hay una suerte de culpa histórica femenina con respecto al rol de la maternidad que pese a los feminismos, enojados o no, fanáticos o no, sigue penando a las mujeres. La famosa verborrea teórica y científica sobre el postpartum depression es un intento de venir a resolver lo que, para mí, es el enfrentamiento de la nueva mujer, llamada a salir al espacio público, con este ser vivo que pareciera desgarrar su realidad y su cuerpo. La existencia de este pequeño ser viene a inundar su psiquis de tal forma y de maneras tan totalizantes que se le hace difícil ya seguir su propio camino, sin pensar en el sacrificio personal, precio altísimo a pagar. El subidón hormonal del postpartum viene en el panfleto diagnóstico del consultorio, clínica u hospital de turno, diciéndonos que no es nada más que otro de los ciclos lunares femeninos a los que tanta mofa hacen los hombres. Sin duda eso tranquiliza la conciencia de las madres atormentadas por sentimientos de ambivalencia total frente a este nuevo ser que les viene a cambiar la vida, si son las hormonas, ya pasará. Es cierto que pasa, pero habría que considerar en el caso a caso como esta crisis psíquica del nacimiento de un hijo viene a repercutir en el futuro de esta madre. El argumento químico también sirve para invisibilizar la discusión de lo que callamos las mujeres (en el sentido del inconsciente y no del silencio) sobre lo que venimos arrastrando históricamente. ¿La clínica de estas madres no será, en vez de taparlas en medicamentos, más bien escucharlas en esos tormentos, confesiones angustiantes, oscuras y profundas, y resolver y elaborar los afectos legítimos que experimentan hacia sus hijos? ¿Cómo no va a sentir resentimiento, rabia, incluso ira, una mujer llamada a desarrollarse profesionalmente, a ser deseable en todo momento, a trabajar para poder subsistir, hacia esa nueva vida que se desprende de ella y le pide, ella cree, con todo su ser?

En los medios, prensa, opiniones, feminismos (aquellos mediáticamente vistosos), por lo menos los que he leído yo, la discusión pareciera centrarse en el derecho de la mujer a apropiarse de su propio cuerpo (en el ámbito del aborto, por ejemplo), de los derechos de maternidad para la mujer trabajadora, pero nadie se cuestiona sobre la creencia aplastante, asumida como absoluta, tácita, de que es la madre la que cría. El padre, el hombre, aquel que insemina, está de alguna manera absuelto de esa atadura. Puede ser increpado, sí, pero como proveedor. Luego, está libre de ser el responsable de generar apego emocional con ese hijo, puede ir y venir y demorarse lo que quiera, está libre a lo que su consciencia dictamina. Nadie, realmente, lo condena del todo si se larga del hogar. ¿Acaso no se nota como nos pisa la cola la historia? La culpa, en la mujer madre, se triplica, ahora que puede separarse porque no le acomoda su pareja, le cae todo encima: el trabajo, la crianza, la maternidad. Las mujeres seguimos pensando que porque parimos, nos toca criar. Y ojo que no digo que no haya que hacerlo, que hay que sacar adelante un ejército de ejecutivas con caras de piedra a castrar hombres y ponerles un delantal, sólo digo que el peso de esa creencia puede hacer síntoma en muchas madres, decidan o no criar a sus hijos. La condena social es aplastante si deciden no hacerlo, ¿o no?

Volviendo a la pregunta del título, entonces, ¿Qué es? Donald Winnicott, un connotado psicoanalista del siglo pasado, un hombre visionario y muy sensible, teorizó acerca del rol materno y el desarrollo de los hijos. El creó el concepto de madre suficientemente buena (a mi parecer, muy malinterpretado a posteriori), que no es otra cosa que una madre que sabe, casi instintivamente, como fallarle a su hijo. Por eso es que es buena lo suficiente nomás. No demasiado, la madre excesivamente buena es la que está siempre ahí para su hijo, entendiendo ésto no como una cualidad elogiable de una madre dedicada, sino que llevado a un extremo, es el exceso de una madre muy atrapante, uterina. Icónicamente, a menudo se les grafica como devoradoras, personas que invierten el movimiento natural de progresión y engullen, reintegran y estancan sus retoños en úteros metafóricos.


Para que un sujeto pueda desarrollarse necesita de un espacio que deja una madre que se va retirando, dejando mundo y espacio a su hijo para ir hacia su independencia. Sé que lo que digo puede prestarse a mucha polémica pero las madres más conscientes saben de lo que hablo. Una madre que "falla", que se permite pensar, sentir y hacer cosas que no tienen que ver con sus hijos, abren preguntas, espacios, lugares para que sus hijos miren lo que miran ellas y así dan el primer paso hacia el mundo externo, fuera del seno materno.

La culpa puede muy bien ser un factor que introduzca una dinámica insana dentro del núcleo familiar. La madre culposa porque debe trabajar puede generar formas de compensación que ponen en riesgo el equilibrio de las relaciones, y el desarrollo psíquico de los hijos. Generalmente, como profesionales y en general todos, hacemos énfasis en el apego, como esa idea, ya arcaica y poco reflexionada, de que un niño con problemas es un niño fallado en el apego, entendido como una madre abandonadora o negligente, que no le brinda lo que necesita. A menudo esa es la queja culposa de las madres, la fantasía de no estar proveyéndole a su hijo lo que necesita. A veces muy bien puede ser el caso contrario.

Un abrazo.
Eva B.

viernes, 20 de enero de 2017

La perspectiva psicológica



¿Qué es lo que nos convoca a los psicólogos, hoy en día, una época donde la necesidad de dimensionar los fenómenos desde el punto de vista "psi" es altamente atractiva y codiciada? Sepa Ud que "psi" es un término acuñado por intelectuales filósofos y teóricos en general, para describir una característica de nuestra era en donde la psicologización es una herramienta política para, entre otras cosas, infiltrar a los sujetos y, si queremos ser benevolentes, "comprenderlos" en aquellas dimensiones que nos sirvan para explicar porque hacen lo que hacen. No sólo eso, a todos nos interesa la columna de la psicóloga en el apéndice del diario de turno, a ver que dice sobre la maternidad, las relaciones de pareja, algo que nos diga porque somos como somos y porque ese otro es de tal o cual forma. Aunque no lo crea, hubo una época en donde nadie se cuestionaba tal cosa, si el niño se traumaba o si el trabajador se estresaba, o si el criminal había sido abusado o los errores de crianza, las fallas en el maternaje o porque alguien simplemente dejaba de comer. ¿Qué pasó entonces? La marca de la modernidad, el fin del oscurantismo, el amanecer de las ciencias, la muerte de Dios, todo eso ha dejado un vacío de sentido que, podríamos aventurar, el hombre llena hoy en día con estos saberes sobre "la personalidad", "la mente", los circuitos cerebrales y la perfilación neuropsicológica.

Cuando entré a estudiar psicología no me lo cuestioné demasiado, presa de una fascinación por entender las complejidades humanas entré a la carrera y, no se puede negar, se hace muy entretenida la especulación teórica en psicología (tal vez más aún en el caso del psicoanálisis) cuando hablamos de como son las personas y como se relacionan. En la escuela de psicología todo es muy distinto, en términos de relación con la disciplina, que en el mundo laboral. Se entiende porque es una carrera altamente sobresaturada, porque articula la fascinación "psi" del público con el bajo costo que significa impartir la carrera para una institución. Lo importante, antes de perderme en el hilo del monólogo, es que la gente debe saber que la psicología es una bolsa de gatos. Si la perspectiva "psi" refiere más bien a un interés, a una modalidad del saber más que a su contenido, este último es de lo más variado que existe. No hay unificación de visión en la psicología, y por lo tanto exige, tanto a profesionales como a las personas (estas últimas, sobretodo) que se someten a su escrutinio, una mirada crítica necesaria sino queremos terminar confundidos y angustiados. Esta posición crítica permite que, como sujetos, no nos dejemos avasallar por un Otro que dice saber todo sobre nosotros. Cabe destacar que, hoy en día, es una posición que debemos pensar y definir a toda costa, con tal de no desaparecer.

A los "futuros profesionales" en las escuelas de psicología se nos inculca cierta ética hacia las personas sufrientes que acuden a nosotros en busca de ayuda. Se nos enseña, con justa razón, a respetar ese sufrimiento y a suspender en lo posible el juicio. El narcisismo de la profesión nos deja en una posición de poder bien cuestionada por el psicoanálisis. Afirmar cualquier cosa categóricamente en psicología podría ser un error que muy bien puede venir de la embriaguez de poder que te otorga una posición en donde uno, supuestamente, sabe más que la persona que llega a buscar ayuda. Tal es el rol que nos faculta, como profesionales, el estado, cuando nos ponen ahí a decirle a las personas lo que es "bueno" hacer, sentir, pensar.

El hecho de que tal vez no podamos eludir la tarea de la "psicoeducación", nos pone frente a un hecho al que podemos darle una vuelta. Podemos hacer psicoeducación, pero no en el sentido de enseñar a los padres a ser padres, los hijos a ser buenos alumnos, las madres a saber apegar a sus hijos, sino a informar sobre la psicología, una disciplina cuyo ojo y voz está en todo. Invoca ante todo una cierta suspicacia crítica, que debiese servir no sólo a la academia y a sus intelectuales ya muy flotados y etéreos, sino que a las personas que no tienen tiempo de averiguarlo por sí mismas y que acuden a este dispositivo buscando ayuda. Y no es en afán de desperstigiar, sino que poner en perspectiva y develar un poco lo que se esconde tras esta aura de misterio que nos rodea como si fuesemos, casi, gurúes que sabemos el secreto último de la vida.

Por último debo aclarar que hablaré, salvo si lo consigno, más que nada sobre la psicología clínica. Otros dispositivos de la psicología tendrán sus propios blogs y textos, y en general no son lo mío. Tampoco la psicología ultra mega científica (así se pretende), que se funda en investigaciones de enorme prestigio por su adecuación al método, que tendrá validez  (no lo niego) pero que ésta no tiene absolutamente nada que ver con lo que pasa con eso cuando ingresa en el circuito político. Podemos hacer un lindo descubrimiento de enorme relevancia pero si éste es usado de mala manera (que es en general el problema de la tecnología) al final el resultado es más lamentable que bueno.

Saludos!
Eva B.

Presentación

Estimados lectores:

Me presento, soy piscóloga, y la entidad que me representa es elvergelpsicología, que es, además de una consulta particular, una página (http://www.elvergelpsicologia.cl). Mi nombre es Eva, y me encantaría saltar con mi perfil públicamente, pero desgraciadamente he recibido mucha actividad telefónica sospechosa y en estos tiempos de total apertura, es mejor guardar cierto hermetismo. Es mejor que me deje conocer por lo que escribo y por las personas que necesiten y quieran venir a verme. Soy, además, terapeuta de flores de bach (yuk, colegas descalificadores abstenerse), profesión que ejercía antes de estudiar.

Elvergelpsicología también representa a otros dos colegas que trabajan conmigo que, cabe la casualidad, son las personas que más quiero en el mundo. Sin embargo, todo lo vertido en este blog no necesariamente expresará la opinión de ellos, tan sólo la mía.

El contenido de estos escritos contendrán temas de contingencia, comentarios acerca de la profesión, descripción del tipo de trabajo que hacemos en la consulta, etc. Los invito cordialmente a leer.

Saludos
Eva B.